A principios del 2003 nace la agrupación Síntesis, a partir de las inquietudes de un grupo de estudiantes de ciencias médicas. Su espíritu critico se nutría de su inconformismo frente a la formación que la universidad impartía, a la vez que su propuesta de organizarse en un plano de igualdad (esto es, sin jerarquías entre los distintos miembros de la agrupación) tenía sus bases en un sólido rechazo a las estructuras verticales de los tradicionales partidos políticos de izquierda. Al mismo tiempo, se proponía como un espacio al que nada le era impuesto desde fuera, independiente de todo partido político, organización o funcionario. En pocas palabras, Síntesis nacía como una agrupación horizontal y autónoma. Y, como tal, jamás le cerró sus puertas a nadie.
A lo largo de los últimos años la política parece estar cada ver más regida exclusivamente por lo que hace o deja de hacer el gobierno nacional. En este marco fue creciendo dentro de Síntesis la necesidad de realizar una caracterización del mismo. Si bien para algunos era simplemente un análisis que permitiría pensar como se inscribían nuestras prácticas en una realidad siempre compleja, para otros era la oportunidad de sentar postura y declararse: a favor o en contra.
Lamentablemente, el debate tomó este segundo camino. Planteada en estos términos binarios, la discusión ponía en jaque los principios mismos de la agrupación. Nos encontramos con que a un espacio que se decía autónomo le eran impuestos desde afuera los temas de discusión (el conflicto del campo, deuda externa, ley de medios, asignación universal) y los tiempos de la misma (“hay que decidir rápido, la coyuntura nos corre”, “estamos viendo pasar el tren”). La horizontalidad también estaba en juego. Quienes planteaban sumarse al proyecto kirchnerista (y, más específicamente, empezar a trabajar dentro del Ministerio de Desarrollo Social) reconocían que la militancia en esas instancias no iba a permitir que las decisiones se tomaran entre todos. Ante nuestra negativa a aceptar que decisiones de la agrupación fueran tomadas por unos pocos, se nos decía que era anacrónico seguir organizándonos de la misma manera que siempre, y que había que amoldarse a la coyuntura.
Fue entonces que entendimos que lo que nos diferenciaba no era simplemente cómo caracterizábamos tal o cual medida. Estaban en juego dos formas diferentes de hacer política. Por un lado, aquellos que creían que la autonomía consistía en elegir entre dos opciones que están dadas (es decir, amoldarse a lo existente), y que la horizontalidad está bien para un grupito de la facultad, pero no sirve en otros ámbitos. Por el otro, quienes estamos convencidos de que el concepto de autonomía no implica solamente que un colectivo pueda tomar sus propias decisiones. Implica también que lo haga en los tiempos y formas que ese mismo colectivo decida darse. La autonomía así entendida no implica autismo frente a lo que sucede a nuestro alrededor. Muy por el contrario, posibilita intervenir en la realidad que nos rodea resguardando un sentido crítico frente a lo dado. Es decir, nos permite conservar la capacidad de transformar. Y entendemos que ese transformar empieza por lo más cotidiano. Si reproducimos al interior de nuestros grupos las distinciones entre dirigentes y dirigidos que tanto criticamos, no seremos capaces de construir una nueva sociedad. Es por eso que seguimos sosteniendo la horizontalidad como uno de los principios políticos que guía nuestro accionar, en cualquier ámbito en el que estemos.
Una vez que estas diferencias en nuestros principios quedaron claras, decidimos que no era posible seguir conviviendo dentro del mismo espacio político. La ruptura fue la única solución posible (al menos, la única que nosotros pudimos vislumbrar). Nuestro planteo fue que cada parte debía tomar su camino, pero que la agrupación Síntesis debía dejar de existir. La respuesta que recibimos del otro sector fue que la agrupación iban a seguir siendo ellos, lo quisiéramos o no.
Hoy tenemos que decir que la Síntesis que conocimos ya no existe. En su lugar, aparece un espacio que tal vez use el mismo nombre y los mismos colores, pero carece de todo aquello que hacía de Síntesis el espacio que elegíamos todos los días para hacer política. Aquellos que militamos sabemos que una agrupación es más que la suma de sus integrantes. Y sabemos también que bajo un nombre se condensa una identidad. Pero también sabemos que esa identidad se define por las prácticas concretas que son llevadas a cabo por sus militantes.